martes, 24 de noviembre de 2015

Fly, el de las aventuras

Cuando yo era niño me hice, en unos cuantos días, un gran fanático de una serie animada conocida como Las aventuras de Fly. Eso ocurrió porque la historia tenía una capacidad de síntesis impresionante: bastó un capítulo para que se supiera que Fly era un niño especial, valiente y gran espadachín, el típico héroe que cuando somos niños nos gusta ver.
Unos cuantos capítulos más consolidaron mi fanatismo por la serie. Apareció un personaje un tanto cómico, Abán, quien, pese a su comicidad, era el héroe legendario que veinte años atrás había vencido al monstruo Hadler. Pero en la actualidad, hablando de la serie, Hadler revive, va a la isla donde Fly acaba de iniciarse como discípulo de Abán y lo ataca de forma brutal y sin miramientos.
El sacrificio de Abán, sin titubear un momento sobre su deber como héroe y ser humano, me conmovió hasta los huesos. Tenía yo apenas unos años y jamás había visto o leído un acto tan heroico.
Pero, pasando a Fly, se trata de un niño de diez años que parece un ser humano. De hecho, en parte lo es, aunque vive en una isla llena de monstruos, que no son otros que los antiguos súbditos de Hadler que tras la muerte de éste no les quedó más remedio que volverse buenos. Entre ellos está Blas, un hechicero que encontró a Fly flotando en una balsa cuando era un bebé y lo cuidó en adelante como su nieto.
Fly sueña con ser un valiente, es decir, un espadachín que lucha por la justicia, aunque su abuelo quiere que sea mago. El niño tiene habilidades derivadas de que valor no le falta. Pero hay algo más, cuando se enfurece, una luz aparece en su frente en la forma esquemática del rostro de un dragón. Entonces se vuelve demasiado fuerte, literalmente invencible. La segunda vez que revela ese gran poder es precisamente cuando su maestro Abán es asesinado por Hadler.
Pero Hadler en esta resurrección ya no es el jefe absoluto del ejército del mal, sino un súbdito de Burn, un monstruo mucho más poderoso que él que sueña con exterminar a la especie humana. Hadler es el jefe de sus seis generales, líderes de monstruos de diversas naturalezas que se dedican a conquistar reino tras reino.
Cuando Fly casi mata a Hadler tras enfurecerse por la muerte de Abán, el monstruo hechicero le echa encima a sus generales. Primero acude a su encuentro Crocodine, un cocodrilo parado terriblemente fuerte al que Fly vence cuando le aparece una vez más su marca en forma de dragón. El siguiente es Hyunkel, quizás uno de los mejores personajes de la historia.
Hyunkel es un ser humano que, al igual que Fly, fue adoptado por un monstruo súbdito de Hadler. Cree erróneamente que Abán mató a su padre porque éste era el guardián de la puerta que conducía a la cámara del monstruo, y decide que si Abán pasó por allí fue después de matarlo. Por esa razón, Hyunkel, un gran espadachín revestido con una impresionante armadura, odia a la raza humana y es uno de los generales del ejército del mal. Fly sufre mucho para vencerlo debido a que con él no le aparece en la frente la marca que lo vuelve invencible. Esto se debe a que no puede odiar a Hyunkel porque las circunstancias de su crianza fueron muy similares.
Tras caer Hyunkel acude al encuentro de Flay el malvado Freizard, un monstruo que en la mitad de su cuerpo tiene llamas y en la otra hielo. Es además de fuerte demasiado tramposo durante las batallas, por lo que pone en serios aprietos a Fly y sus amigos (a la sazón sus antiguos enemigos, Crocodine y Hyunkel), pero después de una muy dura batalla, Fly lo vence sin recurrir a su famosa marca en la frente.
El siguiente general en ir tras Fly es muy especial. Es Barán, el general que comanda a los dragones del ejército del mal. Por una extrañ razón, Hadler no quería que tal enfrentamiento ocurriera. Barán es un personaje que parece un ser humano, alto, con mirada intimidadora, que lleva en la espalda una espada con  una enorme empuñadura en forma de cabeza de dragón. Pero la relación de Barán con los dragones no termina allí, tiene, como Fly, en la frente la marca del dragón.
Se trata del caballero del Dragón, un semi dios enviado para castigar a los humanos y que resulta ser el padre de Fly. Al consumarse el primer enfrentamiento entre padre e hijo, la serie termina abruptamente. Años después me enteré de que eso se debió a la falta de presupuesto, pero que evidentemente existía un manga con la historia de principio a fin en el que pasaban muchas cosas interesantes.
No estoy seguro si después se concluyó el anime; al parecer sí pero no fue nunca doblado al español. Si existe quizás algún día vea la historia completa. O a lo mejor ya ni siquiera me entretendría, aunque en mi más lejana infancia la disfruté enormemente.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Jack Dawson, de Titanic

Titanic fue una de las mejores películas de la década antepasada. La legión de premios Oscar que consiguió no dejan lugar a dudas. Fue uno de esos filmes en los que todo encajó para que el resultado fuera impecable: una historia romántica bien labrada, buenas actuaciones y una escenografía que no salió a deber nada. Todo coronado con un final dramático, heroico y triste.
La actuación de  Leonardo DiCaprio en el papel protagónico de Jack Dawson fue bastante buena. Aunque a mí siempre me ha parecido demasiado personaje con un actor que le quedó un poco chico. Y no se trata de las malas capacidades histriónicas de  DiCaprio, sino que su aspecto físico no encajaba nada en la piel de Dawson.
Jack Dawson es un joven norteamericano, originario de  Chippewa Falls, Wisconsin, quien pese a ser pobre no se priva del gusto de viajar por el mundo. Se trata de un prometedor artista que lleva siempre consigo un cuaderno lleno de sus dibujos, al que nada le parece imposible, capaz de traspasar con dos frases las barreras sociales que todavía tan infranqueables estaban en el período justo antes de la pre guerra.
En un afortunado un contra tiempo juego de póquer, Dawson y su amigo Fabrizzio ganan unos pasajes de tercera clase para que el barco más “seguro del mundo”, el Titanic, los lleve de Europa a Nueva York. Ya en el barco, Dawson ve a lo lejos a la aristocrática, elegante y hermosa Rose DeWitt Bukater, y poco después la sorprende en una muy distinta apariencia, tratando de suicidarse arrojándose del barco.
Unas cuantas palabras bastan para que Dawson la convenza de lo desacertado que fue el método de suicidio que ella escogió, pero segundos después tiene que salvarla realmente porque ella resbala y a punto está de caer al mar. Rose logra que Dawson finja y oculte lo de su intento de suicidio. Como premio por haberla salvado, es invitado a una cena en el comedor de la primera clase.
En la cena, el novio de Rose, Caledon Hockley, intenta ridiculizar a Dawson por su condición humilde, pero se encuentra con un hombre desenvuelto, seguro de sí mismo y capaz de articular frases que agradan y hacen reír a las distinguidísimas celebridades que se dan cita en la cena.
De allí en adelante se empieza a crear un vínculo irrompible entre Rose y Jack Dawson. Pronto se enamoran, y ella después de algunas dudas adquiere la seguridad de que desea irse con Jack en cuanto el barco llegue a América. Pero la cosa no les espera tan sencilla. Rose pide a Jack que la dibuje usando una costosa, antigua y pesada joya, llamada “El corazón del mar”, regalo de compromiso de Hockley. El incidente se presta para que Hockley y su guardaespaldas culpen a Jack de querer robarla y lo mandan encerrar en un rincón del barco.
Pero para entonces ya ha iniciado poco a poco la debacle. El Titanic ha chocado contra un  iceberg y en cuestión de horas se irá al fondo del mar. Rose se arma de valor y va a rescatar a Jack tan solo para que en adelante él la salve a ella todas las veces necesarias. Durante el hundimiento, mientras todo es pánico y gritos, Jack se mantiene sereno, seguro tal vez de que él va a morir pero de que logrará salvarla a ella.
Gracias a los esfuerzos de  Jack Dawson, Rose salva la vida, pero él muere congelado y su tumba es el fondo del mar, epilogo triste que sin embargo lo dejó grabado para siempre en la mente de una generación de cinéfilos.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Matar a un personaje ficticio

He comprobado que en general al público no le agrada la muerte de los protagonistas de sus libros favoritos. Pero no por eso los autores se privan del derecho de hacerlo, ya que a fin de cuentas, de forma total, son suyos. Mas siempre queda la posibilidad de preguntarnos, ¿por qué?, ¿cuál es la razón de que los maten?
La respuesta más simple sería “porque así es la historia”; de esa forma fue concebida por el autor y punto. No obstante, hay más razones. Y la que a mí más me ha interesado últimamente es ésa que está relacionada con el afán del autor de que no toquen lo suyo. Quizás en China o en la extinta Unión Soviética sea posible imaginar una ley que prohíba a un escritor matar a un personaje que ha causado revuelo porque no es de él sino de todos. O del Estado.
Pero dado que ley tal no oprime a nadie todavía, desde hace muchos siglos ha sido un recurso del autor el de matar a su protagonista para proteger lo suyo, y así evitar que tras su muerte una legión de zánganos lucren con lo que su trabajo le costó crear. Quizás el caso más famoso sea la muerte de Alonso Quijano planeada y ejecutada magistralmente por Cervantes tras sentir el chorro de agua helada que le provocó El Quijote de Avellaneda, una continuación de su magna obra que no salió de su mente.
Dumas en cambio se privó de matar a Edmundo Dantés y con ello heredó un personaje demasiado lucrativo que ha sido usado por otros autores durante muchos, muchos años, en una calidad mucho más deficiente que la que le imprimió el mestizo autor francés.
En cambio, de los cuatro mosqueteros sólo dejó vivo a Aramis, superviviente que no ha sido desaprovechado por las legiones de autores que pretenden subsistir agarrándose de una historia ya muy promocionada. Pero a veces el último, y único, recurso del autor por proteger lo suyo no cumple del todo su objetivo, ya que el zanganismo ha hallado la forma de bloquearlo: ya sea escribiendo la historia de algo así como Los hijos de D’Artagnan (ignoro si tal libro existe, pero no lo descarto) o simplemente creando una trama antes de la muerte del personaje, incluso antes de que inicie el período de la vida ficticia que le dio su creador.
Como no soy experto en biografías de escritores, ignoro si Heathcliff, Esmeralda, Quasimodo, Grenouille y otros tantos fueron liquidados por la intención de sus creadores de que nadie se apropiara de lo suyo. Aunque sí recuerdo haber leído que por la cabeza de Rowling pasó la idea de matar a Harry Potter precisamente por ese motivo, el de evitar que dentro de años  fuera reciclado, alterado y reutilizado con una personalidad ajena a la naturaleza que lo trajo al mundo o, más bien dicho, a la literatura.

sábado, 29 de agosto de 2015

Smaug, el “Dorado” de El Hobbit

Por primera vez biografío aquí a un animal, pero éste no es cualquier animal, sino una bestia demasiado peligrosa, el villano principal de la primera novela que le dio gran fama a Tolkien, El Hobbit, y el último dragón de la Tierra Media. En este caso se trata de un villano sin misterios. Solo su especie ya avisa de su peligrosidad y no hay nada más que añadir al respecto.
Se trata del dragón que expulsó a la familia de Thorin II, Escudo de Roble, de la Montaña Solitaria, donde era su reino, para apoderarse de sus tesoros. Siglos después, Thorin planea una empresa muy grande, en compañía de una cuadrilla de enanos, el mago Gandalf y el hobbit Bilbo, con la intención de recuperar su reino.
Es durante la planeación del proyecto cuando se revela que si bien Smaug es un dragón, también es un enemigo de alcances modestos, pero muy peligroso para los enanos. Cuando Thorin sugiere que después del dragón bien podrían ocuparse del nigromante (es de suponerse con esto que Tolkien ya tenía en mente a Sauron), Gandalf lo reprende argumentando que Smaug ya es una empresa bastante grande para los enanos.
Y cuando, después de muchas peripecias, los enanos y Bilbo llegan a la Montaña Solitaria, no se ve de dónde puedan sacar algún recurso para vencer al dragón. Smaug es exactamente lo que habían comentado en un principio, una bestia con un poder destructivo descomunal que no se anda por las ramas a la hora de hacer que llueva fuego sobre sus enemigos, por pequeños e indefensos que sean.
No obstante, uno como lector, en la infancia, claro, piensa que será Bilbo quien le dé muerte, porque y sólo porque Bilbo es el héroe que Tolkien venía sugiriendo. Pero aun en esa infancia uno no se la cree. Tan sólo de imaginar al nada atlético y diminuto hobbit con espada en mano batiéndose como un león contra Smaug da risa.
Y quizás a Tolkien también le dio risa, si es que escribió preliminarmente algo similar, porque mejor se sacó a un héroe más acorde a la situación de la manga en esas casi últimas páginas. Si bien hay que reconocerle a Bilbo que obligó a la bestia a salir de su escondite y hasta descubrió el punto débil de su armadura echa de piedras preciosas, fue  Bardo, el arquero con tintes de héroe poseedor de una fecha mágica y poderosa (una flecha común no tenía efecto en Smaug), quien acertó en el lugar justo para hacer caer al dragón cual piedra pesada hubiera sido.
A mí me pareció el final de Smaug algo precipitado. Era un villano del que se había hablado mucho para que repentinamente cayera del cielo de golpe sobre un lago, sin demasiados trámites. Aunque tampoco puedo decir que el suceso haya descompuesto la historia; me gustó verlo caer en esa página en que cayó, pero creo que me habría gustado más si hubiera caído más adelante, después de haber dado más guerra.

domingo, 2 de agosto de 2015

El jinete sin cabeza

Escribir sobre el jinete sin cabeza creado por  Washington Irving no tiene el menor caso, pero hablar del jinete encarnado por Christopher Walken en la película de 1999 ya viene a ser algo más interesante. La película retoma la idea del cuento creado por Irving en la primera mitad del siglo XIX, pero todo el resto es un terror tan bien zanjado que no tiene absolutamente nada que ver con el cuento.
El protagonista es  Johnny Depp y justo es decir que hizo bien su trabajo. Mas no se puede ni siquiera cuestionar el hecho de que Christopher Walken se llevó todos los laureles del filme.
El argumento gira entorno a un mercenario europeo que se ganó fama de sanguinario en la guerra de independencia de los Estados Unidos. Poseía una fiereza espeluznante y repartía espadazos a diestra y siniestra haciendo rodar las cabezas, hasta que sus enemigos lograron hacer rodar la suya en presencia de dos niñas gemelas que cortaban leña cerca del lugar.
Una de estas gemelitas llegaría a ser un monstruo de lo peor ya entrada en la madurez, ambiciosa como pocas, capaz de matar para conseguir sus fines y de utilizar sortilegios muy oscuros para poner de rodillas a sus enemigos, como llevar siempre consigo el cráneo de aquel mercenario decapitado en su presencia para sacarlo de su tumba y echárselo encima a sus enemigos.
El jinete sin cabeza, muy lejos del que creó Irving, se la pasa montado en un garañón negro y furioso, decapitando a medio pueblo y sembrando el terror en una atmosfera más dantesca que gótica pero extraordinariamente bien diseñada.
Al final a aquella gemelita malévola le sale el tiro por la culata y el jinete se la cobra cara por todo el tiempo que lo esclavizó, en una magistral y horripilante escena donde Christopher Walken exprimió lo mejor su talento histriónico y nos regaló a uno de los personajes de terror mejor logrados del cine contemporáneo.

lunes, 27 de julio de 2015

Sherlock Holmes tras la joya de Dantès

En este blog ya he escrito años ha biografías tanto de Edmond Dantès como de Sherlock Holmes, dos titanes de la literatura que se defienden solos. Acabo de leer justamente una novela interesante y bien construida en la que Holmes, el famoso detective inglés, ya envejecido y acompañado de su fiel Watson, es requerido en la deslumbrante mansión de un millonario norteamericano para que resuelva el extraño robo de una joya única.
Holmes llega a los Estados Unidos de vacaciones, con la intención de pasar unas semanas en el campo y reponer su salud. Pero pronto es requerido por Henry Patton, un nuevo rico norteamericano adicto a comprar obras de arte y antigüedades a precios exorbitantes. Patton llama a Holmes porque, mientras pasa unos días de descanso en su mansión con varios invitados, uno de ellos le ha robado una joya que perteneció al famoso conde de Montecristo. Holmes acude no por consideración al acaudalado yanqui sino por respeto al célebre conde. Considera que no recuperar esa joya es una falta de respeto al famoso Dantès, a quien respeta y admira.
Pronto, gracias a su retorcido colmillo, se da cuenta que hay un embrollo mucho mayor que el simple robo de la joya, y le dice a su fiel Watson: “Sospecho que éste será uno de esos casos en los que el cliente no queda satisfecho”. Y lo que parecía ser sólo un robo de una piedra muy valiosa, termina con varios asesinatos y volviéndose un caso que Watson cree sumamente complicado. Pero Holmes, físicamente no tan en forma como antes, tiene, al parecer, todo bajo control.
El detective conserva su prodigiosa inteligencia intacta, recoge las piezas del rompecabezas con gran facilidad y pronto las va encajando para llegar al fondo de un plan perfectamente bien elaborado no para robar sino para… matar.
Cómo dato curioso, cabe señalar que la codiciada joya sí es mencionada en El Conde de MontecristoDantès la muestra a los amigos de Alberto de Morcef, el día de su llegada a París, y los deja boquiabiertos al contemplarla.

martes, 24 de marzo de 2015

Frankenstein, el monstruo

Hace tiempo, cuando me disponía a leer la famosa novela de Mary Shelley, escribí sobre el famoso Frankenstein, no el creado por ella, sino el que han construido el cine y la televisión a partir del que creó primero la autora inglesa. Éste es sin duda el más famoso, el monstruo gigantesco que se presta para disfraces de niños y no tan niños que probablemente nunca ha oído el nombre de Mary Shelley.
Ahora bien, ya leída la novela, puedo hablar del original. Se trata de un ser gigantesco, de 2.40 m, y de rostro espeluznante cuya aspecto no definió la señora Shelley. Tampoco sabemos a ciencia cierta el método por el cuál vino a la vida. Su creador, Victor Frankenstein, es un joven de Ginebra, vástago de una rica familia y obsesionado con las ciencias. No llega a ser doctor ni científico, mas siendo extremadamente joven logra dar vida a la carne muerta.
Frankenstein vive obsesionado con lograr levantar a un ser construido por él y erigirse como el creador de una nueva generación. No describe su método pero queda sugerido que se vale de trozos de cuerpos extraídos de algún cementerio de forma clandestina.
Logra su propósito, pero cuando ve viva a su creación se llena de horror por su fealdad, de manera que se aleja de ella dispuesto a olvidarla. Pero la criatura pronto aparece, cobrándole a Frankenstein su abandono con la vida de sus seres queridos.
El mismo monstruo revela cómo ha sido su formación. Oculto cerca de la cabaña de una familia francesa exiliada en Suiza, ha aprendido a hablar, a leer, sobre historia, geografía, religión y filosofía, llegando a ser tan sabio que cuestiona la responsabilidad que tiene su creador para con él y el crimen que ha cometido por haberlo abandonado y dejado en manos de la humanidad que lo ataca por su monstruosidad física sin molestarse por hurgar en sus nobles sentimientos.
El ser gigantesco toma una fatal decisión: si la humanidad lo ataca sin piedad, él devolverá el golpe. A su creador, el ser que más odia, pero al que también ama, se dedica en cuerpo y alma -si es que tiene-, con tal de verlo sufrir, infeliz y solo, como él.
La criatura es una analogía de la responsabilidad que tiene un padre para con sus hijos, y el derecho de éstos a reclamar a su creador su atención. Pero también es una reinterpretación del cambio que puede sufrir cualquier ser humano, incluso el más noble e inocente del mundo, cuando la agresión le acosa sin haber hecho nada para merecerla.
El monstruo es, sí, un asesino, pero siempre vive atormentado porque sus reflexiones, producto de su rápida evolución gracias a la adquisición de grandes conocimientos, le hacen saber que hace un mal terrible que no desea realmente hacer, pero que es el producto de su desesperación al saber que está sólo, que es único en el mundo y que jamás nadie se asomará a sus sentimientos después de haber visto primero su rostro.