El
príncipe de la soledad, de Adam J. Oderoll, es una novela que está
adquiriendo, según he visto, gran popularidad en algunos blogs, donde la
catalogan como una obra maestra (puede descargarse gratis AQUÍ). Tan buenas reseñas he
encontrado que me decidí a leerla y ahora me consta que sobre su calidad no se
ha exagerado. Me dejó gratamente
sorprendido el protagonista, Albram Dorogant, por los misterios que giran a su
alrededor, la manera en que están planteados y lo interesantes que resultan.
El personaje más atractivo de
una novela es casi siempre aquél que está lleno de misterios. Pero no cualquier
escritor sabe rodear de buenos misterios a sus personajes. Y cuando uno sí lo
logra, el lector incluso desea que los misterios no se aclaren para seguir
disfrutando de ese personaje tan fantásticamente interesante.
A Albram se le conoce por
varios nombres: Albram Dorogant, nombre que heredó de su padre; o Albram Ra lun
Dorogant, una variante de su nombre que le dio su abuelo materno para
aristocratizarlo y evitar así que fuera discriminado; y también el de Honorable
Juez Albram I Dorogant, que es el titulo que lo convierte en uno de los seis
personajes que imparten la justicia en el Círculo, el lugar en el que su
destino, muy a su pesar, lo obligó a vivir.
Este interesante joven
pertenece, a medias, a una aristocrática familia que tiene el privilegio de que
uno de sus miembros sea uno de los seis jueces. El abuelo materno de Albram,
Olfen Ra lun Airlurfan, no sólo fue un respetado juez, también un brillante
estratega militar que devolvió, tras una difícil guerra, la paz a los
habitantes del Círculo.
Cuando Olfen muere, aun
teniendo un hijo varón, de manera inesperada hereda su puesto a Albram, quien
pasó a ser el juez más joven de la historia, y también el más irresponsable y
apático en sus funciones. Y precisamente cuando Albram empieza a ejercer su
puesto de juez, también empiezan los problemas para el Círculo. La guerra,
erradicada por años, se aproxima de manera inevitable, pero no es el único ni
el mayor problema. Los aristócratas, los que mandan, no pueden saciar su sed
con agua común, requieren de una muy especial que sólo existe en un río y que
repentinamente se empieza a agotar.
Presionados por el miedo a
desaparecer, los aristócratas empiezan a actuar de forma diferente a como lo venían haciendo, y rompiendo
las leyes que los han regido por siglos, fijan su mirada en los inferiores -los
seres humanos-, cuya sangre es capaz de sustituir el agua que están perdiendo.
Pero a Albram todos estos problemas lo tienen sin cuidado. Él no es como los
demás aristócratas -de hecho ellos no lo consideran como uno de los suyos-, no comparte sus
problemas y los odia más que ellos a él.
Ante las dificultades de los
aristócratas, Albram se muestra apático y burlón. Cuando llega la guerra,
teniendo a su mando al temible ejército que le heredó su abuelo, va al campo de
batalla, pero sin llegar a un acuerdo con los demás jueces y sin decir de qué
lado va a pelar.
Ya en la guerra, Albram se
revela como un gran comandante, valiente como el más fiero soldado y astuto
como ningún otro aristócrata. Se da cuenta antes que otros de los peligros que
se ocultan detrás de la primera batalla. Se entera gracias a su inteligencia y
al desarrollo de los acontecimientos de que hay seres malvados y poderosos que
manipulan a los que fueron al campo de batalla y de que nada a fin de cuentas
es lo que parece.
Al final de la novela Albram
deja un extraordinario sabor de boca. El lector queda satisfecho con la
revelación de sus misterios, pero surgen otros y los que quedaron pendientes se
hacen más extraños y más interesantes.
Lo que es imposible saber en
esta primera entrega -espero que ya ande por ahí pronto la segunda parte,
porque quiero devorarla ya- es lo que Albram pretende. Sus objetivos no quedan
del todo claros, y su peligrosidad y el hecho de que no es tan malo como trata
de hacer creer apenas puede percibirse. O quizás es más malo de lo que aparenta
y trata de limpiar un poco su negra reputación. Es difícil decir con certeza
algo sobre él porque es un maestro del engaño; y es también un personaje
extraordinario al que no está de más seguirle los pasos.