Crusoe es
el personaje que originó que medio mundo sepa quién fue Daniel Defoe, su
creador. Defoe le dedicó tres novelas, las dos últimas como consecuencia
directa del éxito de la primera, pero sólo ésta ha logrado mantener por tres
siglos la atención sobre sí, mientras que de las otras pocos saben de su
existencia.
El
argumento de la primera es conocido hasta por quienes no la han leído ni
piensan leerla nunca. Trata sobre un hombre que tras un naufragio se ve
destinado a pasar veintiocho largos años en una isla desierta, aunque los
últimos ya no los pasa solo, primero llega su fiel Viernes y tras él van
llegado otros personajes con buenas y no tan buenas intenciones.
La novela
está narrada en primera persona por Crusoe. En la primera edición en ingles, de
1719, no figuró el nombre de Defoe porque pretendía hacer creer que se trataba
de las memorias del propio narrador, artimaña del marketing que le sirvió más
que bien.
Crusoe
nació en York en 1632, como ciudadano inglés aunque de ascendencia alemana. Su familia era más
o menos rica, pero él soñaba con una vida de aventuras, pese a que su padre le
rogaba que sacara eso de su cabeza. Desobedeciendo los consejos paternos se
hizo a la mar con un amigo suyo en un viaje que casi le cuesta la vida. No
aprendió la lección y sus siguientes viajes lo llevaron a ser prisionero de
piratas musulmanes y luego esclavo por una temporada, hasta que pudo escapar.
Tiempo
después se estableció en Brasil, aprendió portugués, se nacionalizó, compró
tierras e inició una plantación con excelentes resultados. Se estaba haciendo
un hombre muy rico cuando lo convencieron de emprender una nueva aventura en
África. No llegó a su destino porque una tormenta hundió el barco en la costa
de una isla caribeña. Todos sus compañeros murieron, menos él.
Sus
primeros momentos en la isla fueron de completa desesperación. Pero después de
darse cuenta de que sus compañeros habían tenido peor suerte, agradeció a la Providencia por
haberlo salvado y trató de ver lo bueno de aquella desgracia. De los restos de
su barco logró sacar muchos objetos valiosos: ropa, armas, pólvora, tabaco,
brandy, ejemplares de la Biblia
y otras cosas que le ayudaron a llevar una vida civilizada.
Sabiendo
que su rescate era algo muy improbable, Crusoe decidió trabajar sin descanso
para disfrutar su vida en la isla. Hizo casi todo lo que le hacía falta, aunque
algunas cosas de manera imperfecta. Pero lo cierto es que llevó la civilización
a su isla. Vivió años de paz y tranquilidad, sintiéndose un rey o un emperador
dentro de aquel trozo de tierra incrustado en el enorme océano.
Pero esa
paz terminó cuando se dio cuenta de que algunas salvajes que gustosos
practicaban el canibalismo hacían paradas en su isla para meterles el diente a
sus prisioneros de guerra. En un principio quiso exterminarlos a todos por
llevar a cabo práctica tan dantesca, pero gracias a sus lecturas de la Biblia se había vuelto un
hombre en extremo reflexivo y comprendió que los salvajes hacían aquello porque
formaba parte de su atrasada cultura, y no veían en ello las mismas faltas
morales que él.
Aun así,
un día en que un prisionero se dio a la fuga para salvar la vida mientras él
los observaba, decidió intervenir y ayudarlo. De esa manera obtuvo a su fiel
criado e inseparable amigo Viernes. Con Viernes el naufrago vio llegado el
final de su soledad. Le enseñó inglés, lo alejó del canibalismo y hasta lo hizo
cristiano. Y en poco tiempo el fiel indígena dejó de ser el único acompañante
de Crusoe, llegó su padre, el de Viernes, en compañía de un español, y después
varios ingleses que tras protagonizar una batalla dentro de la isla le
brindaron al “gobernador” de ésta, Crusoe, la posibilidad de volver a su natal
Inglaterra.
Las aventuras de Crusoe
incluso dentro de la primera novela continúan después de su rescate. Pero son
sencillamente de poca relevancia. Lo que ha trascendido y le ha dado fama
mundial es su período de veintiocho años en la isla. El hombre civilizado pero
solo en una isla inexistente para el mundo es lo que ha atraído a los lectores
durante tres siglos, tanto que el nombre de Robinson Crusoe es una especie de
sinónimo de naufrago, de soledad y de resignación.
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