martes, 24 de marzo de 2015

Frankenstein, el monstruo

Hace tiempo, cuando me disponía a leer la famosa novela de Mary Shelley, escribí sobre el famoso Frankenstein, no el creado por ella, sino el que han construido el cine y la televisión a partir del que creó primero la autora inglesa. Éste es sin duda el más famoso, el monstruo gigantesco que se presta para disfraces de niños y no tan niños que probablemente nunca ha oído el nombre de Mary Shelley.
Ahora bien, ya leída la novela, puedo hablar del original. Se trata de un ser gigantesco, de 2.40 m, y de rostro espeluznante cuya aspecto no definió la señora Shelley. Tampoco sabemos a ciencia cierta el método por el cuál vino a la vida. Su creador, Victor Frankenstein, es un joven de Ginebra, vástago de una rica familia y obsesionado con las ciencias. No llega a ser doctor ni científico, mas siendo extremadamente joven logra dar vida a la carne muerta.
Frankenstein vive obsesionado con lograr levantar a un ser construido por él y erigirse como el creador de una nueva generación. No describe su método pero queda sugerido que se vale de trozos de cuerpos extraídos de algún cementerio de forma clandestina.
Logra su propósito, pero cuando ve viva a su creación se llena de horror por su fealdad, de manera que se aleja de ella dispuesto a olvidarla. Pero la criatura pronto aparece, cobrándole a Frankenstein su abandono con la vida de sus seres queridos.
El mismo monstruo revela cómo ha sido su formación. Oculto cerca de la cabaña de una familia francesa exiliada en Suiza, ha aprendido a hablar, a leer, sobre historia, geografía, religión y filosofía, llegando a ser tan sabio que cuestiona la responsabilidad que tiene su creador para con él y el crimen que ha cometido por haberlo abandonado y dejado en manos de la humanidad que lo ataca por su monstruosidad física sin molestarse por hurgar en sus nobles sentimientos.
El ser gigantesco toma una fatal decisión: si la humanidad lo ataca sin piedad, él devolverá el golpe. A su creador, el ser que más odia, pero al que también ama, se dedica en cuerpo y alma -si es que tiene-, con tal de verlo sufrir, infeliz y solo, como él.
La criatura es una analogía de la responsabilidad que tiene un padre para con sus hijos, y el derecho de éstos a reclamar a su creador su atención. Pero también es una reinterpretación del cambio que puede sufrir cualquier ser humano, incluso el más noble e inocente del mundo, cuando la agresión le acosa sin haber hecho nada para merecerla.
El monstruo es, sí, un asesino, pero siempre vive atormentado porque sus reflexiones, producto de su rápida evolución gracias a la adquisición de grandes conocimientos, le hacen saber que hace un mal terrible que no desea realmente hacer, pero que es el producto de su desesperación al saber que está sólo, que es único en el mundo y que jamás nadie se asomará a sus sentimientos después de haber visto primero su rostro.