lunes, 27 de enero de 2014

El carácter del príncipe Vegeta, un orgulloso saiyajin

En mi niñez fui un fiel fanático de Dragon Ball Z, aunque cuando el anime derivó en Dragon Ball GT me pareció tan impresentable que por ese motivo, y por los estudios, dejé de verlo. Por lo tanto, mi conocimiento de los personajes llega hasta Dragon Ball Z, cuando es derrotado Majin Boo. Según mis amigos que fueron tan fanáticos del anime como yo, hasta aquí termina lo bueno de la historia y no me perdí de nada al no darle seguimiento a la pésima continuación.
Algo sorprendente de Dragon Ball que sin duda constituyó un gran logro fue la destreza del autor para ir haciendo de cada villano un gran amigo y aliado de Gokū una vez que éste le vencía, creando de esa manera un número interesante de antihéroes primero y de buenazos después. Durante mucho tiempo creí que el mejor logro en ese sentido había sido Piccolo. Cuando apareció el malvado Vegeta lo odié como supongo todos los seguidores de la historia. Y fue precisamente en ese entonces que Piccolo alcanzó una talla extraordinaria, peleando con gran valor contra los saiyajin y a la vez exhibiendo su siempre atractiva personalidad de antihéroe.
Durante la batalla con Freezer, Vegeta continuó siendo un tipo odioso, amen de sádico asesino y a veces cobarde. Durante la pelea trató de escapar, bajeza en la que nunca cayó Piccolo, quien por más superiores a él que fueran sus enemigos siempre sabía enseñarles con estilo los dientes.
Pero fue imposible no contemplar con interés la metamorfosis moral de Vegata, que se inició una vez que se quedó a vivir en la tierra y fue larga, muy larga. Duró todo el resto de Dragon Ball Z. Y es en esta parte donde superó a Piccolo, no sólo en poder, sino en atractivo como antihéroe. A Piccolo le bastó pasar una temporada con su querido alumno Gohan para hacerse bueno, en tanto que a Vegeta le llevó mucho más tiempo y tuvo, como buen adicto a matar, sus recaídas.
Cuando surgieron los androides, el atractivo del príncipe de los saiyajin radicó en que se vio inmerso en un equipo sin desearlo, pero a la vez conciente de su rol entre el grupo de guerreros y demostrando su lealtad a ellos en pequeños y casi imperceptibles momentos. Cuando Piccolo decidió pelear con el androide Número 20, Vegeta, pese a que deseaba eliminarlo por su adicción a pelear, comprendió pronto que el odiado Nameku era realmente casi tan poderoso como él y dejó que se ocupara del androide. Incluso llegó a decirle desdeñosamente con Número 20: Piccolo, ya matálo.
La mayor prueba de lealtad a “sus compañeros” la dio poco después, al pelear con Número 18. Justo cuando le daban una paliza, el sentimental Trunks quiso salvar a su padre e indirectamente orilló a Número 17 a que entrara a pelear por el bando de los androides y a Piccolo y Ten Shin Han en ayuda de los dos saiyajin. Aunque Vegeta peleaba con Número 18, al ver que 17 estrangulaba lentamente a Ten Shin Han se lanzó furioso contra el androide. La escena duró sólo un momento pero dio a entender mucho sobre el carácter de Vegeta y sembró dudas sobre él. ¿Se sentía culpable de que Ten Shin Han pudiera morir debido a que él no pudo derrotar a Número 18?, ¿o simplemente en ese momento se sintió parte del equipo?
Otro aspecto sumamente interesante de Vegeta radica en su relación con Gokū. Aunque lo odiaba por haberlo superado, también lo admiraba y lo consideraba un buen ejemplar de su raza, por más que siempre lo llamara guerrero de clase baja. Recordemos que Vegeta mató sin consideración a Nappa, por débil, pero tras pelear con Gokū empezó a sentir por él cierta admiración y a considerase a ambos como una raza en guerra con todo el universo. Cuando las cosas se le complicaron en el planeta Nameku, llegó a decir necesito aquí a Kakarotto. De allí en adelante, siempre decía: nosotros los saiyajin o no nos provoquen, para elogiar su resistencia, capacidad de superación y orgullo guerrero, refiriéndose casi exclusivamente a ellos dos y dejando a un lado a Trunks y a Gohan. Además, siempre lo llamó Kakarotto, quizás por considerar una ofensa el hecho de que un genuino representante de una familia guerrera tuviera un nombre terrestre.
El aspecto más sentimental de Vegeta es en su relación con Trunks. Piccolo amó a Gohan con mucha facilidad, mientras que a Vegeta le resultó muy difícil sentir afecto por su propio hijo. Podría decirse que a Trunks le costó sangre, sudor, lágrimas y una vida conseguir que su padre lo amara. Cuando el cruel Vegeta descubre que es su hijo, no para de humillarlo, quizás porque no lo ama o porque deseaba que su hijo tuviera su carácter.
Mas poco a poco descubre cuánto vale su hijo o, cuando menos, lo valora porque a fin de cuentas es eso, su hijo. En la saga de Majin Boo, Vegeta, aunque sigue siendo el de siempre, orgulloso, malvado en sus ratos y sediento de pelear, también aparece como un padre consentidor, sumiso y hasta orgulloso de Trunks.
Todos esos rasgos de la personalidad de Vegeta lo hacen si no el mejor personaje de Dragon Ball Z sí el mejor antihéroe, por encima del nada desdeñable Piccolo. Mucho de su atractivo radica en que jamás dice abiertamente lo que siente y obliga al espectador a hacer sus deducciones con lo poco que él revela. Aunque tampoco se trata de una originalidad, el carácter contradictorio y misterioso de Vegeta recuerda, en otro anime, a Ikki, el Ave Fénix, de Los Caballeros del Zodíaco, y en la literatura al joven juez Albram Dorogant, de El príncipe de la soledad. Recordemos que, por motivos complejos de explicar, siempre es mucho más atractivo el antihéroe que el héroe.

domingo, 26 de enero de 2014

Juan Frollo del Molino, de Nuestra Señora de París

Juan Frollo no es un personaje importante de Nuestra Señora de París, aunque es hermano el archivillano Claudio Frollo. De hecho, es prescindible, ya que su actuación no afecta en gran medida el hilo de la historia y se limita a hacer sus apariciones es las que saca a todos de quicio con su humor negro. Mas he optado por escribir su biografía porque me ha parecido un logro literario, un completo pillo venido a rufián que saca más de una carcajada a lo largo de la historia.
Juanito, así lo llama su hermano, sobrevivió de milagro a una epidemia que se cargó a sus padres cuando su hermano Claudio era apenas un estudiante. El malvado monje calenturiento se enterneció al ver a su indefenso hermanito que salvó la vida por los pelos y desde entonces lo convirtió en su más preciado tesoro. Don Claudio mima en extremo a Juan toda su niñez, y pese a su amargura y a sus maneras estrictas, es indulgente con su Juanito cuando empieza a hacerse medio pillo, apenas limitándose a darle cariñosas reprendidas y a recomendarle que se “enmiende”.
Tantos estos mimos sólo echan a perder a Juanito, quien se vuelve un bueno para nada, parrandero, pica pleitos, mantenido y pésimo estudiante. Aun así, su malvado hermano lo sigue adorando, debilidad del villano que Juan aprovecha para hacerle dramas cada que necesita dinero.
Juan es buen amigo de parrandas del apuesto pero menos gracioso capital Febo de Châteaupers, otro rufián que sólo piensa en seducir mujeres y ganarse la vida sin ningún esfuerzo, y que también es el rival de amores de su hermano mayor.
La vida relajada de Juan no agrada en absoluto a don Claudio, y por tal motivo cada vez le cuesta más trabajo sacarle dinero, aunque siempre lo consigue por las buenas o por las malas. Pero cuando comprende que esa mina se le está agotando, decide unirse a una banda de malvivientes que atacan la iglesia de Nuestra Señora de París, bastión defendido por un enfurecido Quasimodo, quien para proteger a su amada Esmeralda no le importa matar, por más que una de sus víctimas pueda ser el hermano de don Claudio, su malvado amo al que tanto adora.
Lo extraordinario del personaje es precisamente su carácter de rufián relajado, sin la menor preocupación por nada aparte de obtener de día a día algo de dinero con que ir a embriagarse y pagarse una prostituta. Se la pasa burlándose de todo el mundo, es un genio para las ironías y adora cualquier tipo de tumulto que ofrezca algo de espectáculo, por cruel que pueda ser. Quizás con este brillante personaje Victor Hugo pretendió dar a entender que quienes llevan una existencia tan libertina no viven demasiado…