Hace tiempo, cuando me disponía a
leer la famosa novela de Mary Shelley, escribí sobre el famoso Frankenstein, no
el creado por ella, sino el que han construido el cine y la televisión a partir
del que creó primero la autora inglesa. Éste es sin duda el más famoso, el
monstruo gigantesco que se presta para disfraces de niños y no tan niños que
probablemente nunca ha oído el nombre de Mary Shelley.
Ahora bien, ya leída la novela,
puedo hablar del original. Se trata de un ser gigantesco, de 2.40 m, y de
rostro espeluznante cuya aspecto no definió la señora Shelley. Tampoco sabemos
a ciencia cierta el método por el cuál vino a la vida. Su creador, Victor Frankenstein,
es un joven de Ginebra, vástago de una rica familia y obsesionado con las
ciencias. No llega a ser doctor ni científico, mas siendo extremadamente joven
logra dar vida a la carne muerta.
Frankenstein vive obsesionado con
lograr levantar a un ser construido por él y erigirse como el creador de una nueva
generación. No describe su método pero queda sugerido que se vale de trozos de
cuerpos extraídos de algún cementerio de forma clandestina.
Logra su propósito, pero cuando
ve viva a su creación se llena de horror por su fealdad, de manera que se aleja
de ella dispuesto a olvidarla. Pero la criatura pronto aparece, cobrándole a Frankenstein
su abandono con la vida de sus seres queridos.
El mismo monstruo revela cómo ha
sido su formación. Oculto cerca de la cabaña de una familia francesa exiliada
en Suiza, ha aprendido a hablar, a leer, sobre historia, geografía, religión y filosofía,
llegando a ser tan sabio que cuestiona la responsabilidad que tiene su creador
para con él y el crimen que ha cometido por haberlo abandonado y dejado en
manos de la humanidad que lo ataca por su monstruosidad física sin molestarse
por hurgar en sus nobles sentimientos.
El ser gigantesco toma una fatal
decisión: si la humanidad lo ataca sin piedad, él devolverá el golpe. A su
creador, el ser que más odia, pero al que también ama, se dedica en cuerpo y
alma -si es que tiene-, con tal de verlo sufrir, infeliz y solo, como él.
La criatura es una analogía de la
responsabilidad que tiene un padre para con sus hijos, y el derecho de éstos a
reclamar a su creador su atención. Pero también es una reinterpretación del
cambio que puede sufrir cualquier ser humano, incluso el más noble e inocente
del mundo, cuando la agresión le acosa sin haber hecho nada para merecerla.
El monstruo es, sí, un asesino,
pero siempre vive atormentado porque sus reflexiones, producto de su rápida evolución
gracias a la adquisición de grandes conocimientos, le hacen saber que hace un
mal terrible que no desea realmente hacer, pero que es el producto de su
desesperación al saber que está sólo, que es único en el mundo y que jamás
nadie se asomará a sus sentimientos después de haber visto primero su rostro.
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