lunes, 27 de julio de 2015

Sherlock Holmes tras la joya de Dantès

En este blog ya he escrito años ha biografías tanto de Edmond Dantès como de Sherlock Holmes, dos titanes de la literatura que se defienden solos. Acabo de leer justamente una novela interesante y bien construida en la que Holmes, el famoso detective inglés, ya envejecido y acompañado de su fiel Watson, es requerido en la deslumbrante mansión de un millonario norteamericano para que resuelva el extraño robo de una joya única.
Holmes llega a los Estados Unidos de vacaciones, con la intención de pasar unas semanas en el campo y reponer su salud. Pero pronto es requerido por Henry Patton, un nuevo rico norteamericano adicto a comprar obras de arte y antigüedades a precios exorbitantes. Patton llama a Holmes porque, mientras pasa unos días de descanso en su mansión con varios invitados, uno de ellos le ha robado una joya que perteneció al famoso conde de Montecristo. Holmes acude no por consideración al acaudalado yanqui sino por respeto al célebre conde. Considera que no recuperar esa joya es una falta de respeto al famoso Dantès, a quien respeta y admira.
Pronto, gracias a su retorcido colmillo, se da cuenta que hay un embrollo mucho mayor que el simple robo de la joya, y le dice a su fiel Watson: “Sospecho que éste será uno de esos casos en los que el cliente no queda satisfecho”. Y lo que parecía ser sólo un robo de una piedra muy valiosa, termina con varios asesinatos y volviéndose un caso que Watson cree sumamente complicado. Pero Holmes, físicamente no tan en forma como antes, tiene, al parecer, todo bajo control.
El detective conserva su prodigiosa inteligencia intacta, recoge las piezas del rompecabezas con gran facilidad y pronto las va encajando para llegar al fondo de un plan perfectamente bien elaborado no para robar sino para… matar.
Cómo dato curioso, cabe señalar que la codiciada joya sí es mencionada en El Conde de MontecristoDantès la muestra a los amigos de Alberto de Morcef, el día de su llegada a París, y los deja boquiabiertos al contemplarla.