Juan Frollo no es un personaje importante de Nuestra Señora de París, aunque es
hermano el archivillano Claudio Frollo. De hecho, es prescindible, ya que su
actuación no afecta en gran medida el hilo de la historia y se limita a hacer
sus apariciones es las que saca a todos de quicio con su humor negro. Mas he
optado por escribir su biografía porque me ha parecido un logro literario, un
completo pillo venido a rufián que saca más de una carcajada a lo largo de la
historia.
Juanito, así lo llama su hermano, sobrevivió de milagro a
una epidemia que se cargó a sus padres cuando su hermano Claudio era apenas un
estudiante. El malvado monje calenturiento se enterneció al ver a su indefenso
hermanito que salvó la vida por los pelos y desde entonces lo convirtió en su más
preciado tesoro. Don Claudio mima en extremo a Juan toda su niñez, y pese a su
amargura y a sus maneras estrictas, es indulgente con su Juanito cuando empieza
a hacerse medio pillo, apenas limitándose a darle cariñosas reprendidas y a
recomendarle que se “enmiende”.
Tantos estos mimos sólo echan a perder a Juanito, quien se
vuelve un bueno para nada, parrandero, pica pleitos, mantenido y pésimo
estudiante. Aun así, su malvado hermano lo sigue adorando, debilidad del
villano que Juan aprovecha para hacerle dramas cada que necesita dinero.
Juan es buen amigo de parrandas del apuesto pero menos gracioso capital Febo
de Châteaupers, otro rufián que sólo piensa en seducir mujeres y ganarse la
vida sin ningún esfuerzo, y que también es el rival de amores de su hermano
mayor.
La vida relajada de Juan no agrada en absoluto a don Claudio, y por tal motivo cada vez le cuesta más trabajo sacarle dinero, aunque
siempre lo consigue por las buenas o por las malas. Pero cuando comprende que
esa mina se le está agotando, decide unirse a una banda de malvivientes que atacan
la iglesia de Nuestra Señora de París, bastión defendido por un enfurecido Quasimodo,
quien para proteger a su amada Esmeralda no le importa matar, por más que una
de sus víctimas pueda ser el hermano de don Claudio, su malvado amo al que
tanto adora.
Lo extraordinario del personaje es precisamente su carácter
de rufián relajado, sin la menor preocupación por nada aparte de obtener de día
a día algo de dinero con que ir a embriagarse y pagarse una prostituta. Se la
pasa burlándose de todo el mundo, es un genio para las ironías y adora
cualquier tipo de tumulto que ofrezca algo de espectáculo, por cruel que pueda ser. Quizás con este brillante
personaje Victor Hugo pretendió dar a entender que quienes llevan una existencia tan libertina
no viven demasiado…
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