Por primera vez biografío aquí a
un animal, pero éste no es cualquier animal, sino una bestia demasiado
peligrosa, el villano principal de la primera novela que le dio gran fama a
Tolkien, El Hobbit, y el último
dragón de la Tierra Media. En este caso se trata de un villano sin misterios. Solo
su especie ya avisa de su peligrosidad y no hay nada más que añadir al
respecto.
Se trata del dragón que expulsó a
la familia de Thorin II, Escudo de
Roble, de la Montaña Solitaria, donde era su reino, para apoderarse de sus
tesoros. Siglos después, Thorin planea una empresa muy grande, en compañía de
una cuadrilla de enanos, el mago Gandalf y el hobbit Bilbo, con la intención de
recuperar su reino.
Es durante la planeación del
proyecto cuando se revela que si bien Smaug es un dragón, también es un enemigo
de alcances modestos, pero muy peligroso para los enanos. Cuando Thorin sugiere
que después del dragón bien podrían ocuparse del nigromante (es de suponerse
con esto que Tolkien ya tenía en mente a Sauron), Gandalf lo reprende
argumentando que Smaug ya es una empresa bastante grande para los enanos.
Y cuando, después de muchas
peripecias, los enanos y Bilbo llegan a la Montaña Solitaria, no se ve de dónde
puedan sacar algún recurso para vencer al dragón. Smaug es exactamente lo que
habían comentado en un principio, una bestia con un poder destructivo
descomunal que no se anda por las ramas a la hora de hacer que llueva fuego
sobre sus enemigos, por pequeños e indefensos que sean.
No obstante, uno como lector, en
la infancia, claro, piensa que será Bilbo quien le dé muerte, porque y sólo
porque Bilbo es el héroe que Tolkien venía sugiriendo. Pero aun en esa infancia
uno no se la cree. Tan sólo de imaginar al nada atlético y diminuto hobbit con
espada en mano batiéndose como un león contra Smaug da risa.
Y quizás a Tolkien también le dio
risa, si es que escribió preliminarmente algo similar, porque mejor se sacó a
un héroe más acorde a la situación de la manga en esas casi últimas páginas. Si
bien hay que reconocerle a Bilbo que obligó a la bestia a salir de su escondite
y hasta descubrió el punto débil de su armadura echa de piedras preciosas, fue Bardo,
el arquero con tintes de héroe poseedor de una fecha mágica y poderosa (una
flecha común no tenía efecto en Smaug), quien acertó en el lugar justo para
hacer caer al dragón cual piedra pesada hubiera sido.
A mí me pareció el final de Smaug algo
precipitado. Era un villano del que se había hablado mucho para que
repentinamente cayera del cielo de golpe sobre un lago, sin demasiados
trámites. Aunque tampoco puedo decir que el suceso haya descompuesto la
historia; me gustó verlo caer en esa página en que cayó, pero creo que me habría
gustado más si hubiera caído más adelante, después de haber dado más guerra.
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