Hasta hace poco nunca había leído
a Agatha Christie por cuestiones meramente de exceso de libros y falta de
tiempo. Pero hace poco me dediqué unos días a leer Asesinato en Mesopotamia, y debo decir que la obra me pareció buena
pero no sorprendente, tal vez simplemente porque tratándose de quien se trata
esperaba más.
La novela está protagonizada por Hercule
Poirot, un detective muy a la usanza de la primera mitad del siglo pasado,
bajito y quisquilloso, perceptivo y siempre presto a mentir un poco para sacar
información. Poirot fue, sintetizando, la versión de Sherlock Holmes de Agatha
Christie.
Pero aunque Poirot protagoniza
esta novela como otras tantas, no es el personaje más relevante ni el más
interesante. Ese papel la autora lo reservó para la enfermera Amy Leatheran,
una mujer muy lista, nada cobarde y bastante británica de su tiempo.
Leatheran viaja a Bagdad por
trabajo, y a punto se regresar a su país le ofrecen un nuevo empleo en la zona.
Se trata de cuidar a la nerviosa esposa de un renombrado arqueólogo que se está
ocupando de desenterrar los tesoros de los antiguos mesopotámicos. La enferma
en cuestión cree que la quieren matar, concretamente su primer marido por haber
contraído nupcias nuevamente, el que oficialmente está muerto.
Los arqueólogos miembros de la
expedición, entre la que se hallan no pocas rarezas, y no me refiero a las arqueologías,
creen que la mujer miente para llamar la atención. Mas repentinamente, poco
después de que la enfermera Leatheran llega a cuidarla, sí la matan.
Tras el homicidio se aparece por
allí casualmente Hercule Poirot para resolverlo todo, pero no por ello le quita
protagonismo a la enfermera. Leatheran es una mujer muy perspicaz y fría en sus
razonamientos. Es todavía una británica con vestigios victorianos, se sugiere
que cree en la superioridad de la raza blanca, en el orden, la disciplina y
limpieza que está representa, y ve a Bagdad y sus árabes como un mundo
subdesarrollado.
Leatheran es una treintañera y soltera que ya no cree en los cuentos de hadas, mas parece muy
conforme con lo que tiene, con su condición social, su oficio de enfermera y su
lejanía a cualquier afecto masculino, sin pasar por alto su orgullo por ser
blanca e inglesa.
Durante la cacería que emprende Poirot para atrapar al asesino, la enfermera
le es de gran ayuda, se subordina a él y admira su intelecto, sin por eso
abstenerse de hacer bromas sobre su cómica figura. Y aunque se entienden bien, al
final, cuando Poirot revela que sospechó de ella como de todos los demás y que,
más aún, la usó, no quedan en los mejores términos.
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