Alberto de Morcef es un personaje
secundario de El conde de Montecristo,
mas no por ello se puede negar que Dumas y sus colaboradores hicieron con él un
espléndido trabajo. Se trata del hijo de Mercedes Herrera, la novia de la
juventud de Montecristo, y Fernando Mondego, su peor enemigo.
Pero pese a ser hijo de un
villano, Alberto es un joven valiente y honorable, lleno de virtudes, un
personaje que en la cultura actual tendría que ser hijo de Edmundo Dantés y no
de Mondego. De hecho, Hollywood hizo esa corrección en la última bazofia cinematográfica
basada en la gran novela, que protagonizo James Caviezel.
Alberto se supone que nace cuando
Edmundo Dantés lleva más o menos una década en prisión por culpa de su padre. Mas
se desconoce si para entonces Mondego ya es el conde de Morcef y un general
refutado. En todo caso, durante la historia, todo indica que Alberto, un joven
veinteañero, desconoce el origen humilde de su padre, porque diversos pasajes
lo demuestran.
En algún momento de la novela,
los amigos de Alberto sugieren que la hija del barón Danglars es indigna de casarse
con él porque su padre es un noble de reciente creación, lo que hace suponer
que ellos creen, incluido Alberto, que los Morcef son una familia de muy rancio
abolengo.
Alberto tiene el mejor concepto
de su padre: es un gran admirador de su fama como general en Grecia y lo cree
indigno de hacer cualquier acto deshonesto. Es elegido, mientras vacaciona en
Roma, por Edmundo Dantés, ya convertido en el Conde de Montecristo, para
iniciar su muy bien planeada venganza.
Dantés hace que Alberto sea
secuestrado por su bandido de cabecera, Luigi Vampa (el hecho no se comenta,
pero queda claro), y al mismo tiempo se convierte en su salvador, lo que hace
que los Morcef tengan en adelante una cara deuda con él.
Desde ese momento, Alberto se
convierte en un gran amigo de Montecristo, a la par de su gran admirador y
promotor en París. Durante la estancia del conde en la capital francesa, el
joven vizconde de Morcef procura estar a su lado cuanto puede, porque considera que la estimación es mutua y también
se halla seducido por su fortuna y su orientalismo exótico.
Pero cuando el oscuro pasado del
conde de Morcef empieza a salir a la luz, Alberto, intrigado por Danglars, no
duda en retar a duelo a Montecristo, creyéndolo, como es cierto, el artífice de
la caída en desprestigio de su padre.
El conde no ve con malos ojos la oportunidad
de matar a Alberto en el duelo para vengarse de su enemigo más odiado. Sabe que
va a ganar, es un gran esgrimista y con la pistola tiene una inigualable puntería.
Pero una visita nocturna de Mercedes, su antiguo amor, quien va a rogar por la
vida de su hijo, hace que Montecristo decida dejarse matar por Alberto.
No obstante, esa misma noche,
Mercedes le cuenta toda la verdad a su hijo, respecto al cautiverio de Edmundo
y la innegable culpa de su padre. Al llegar al lugar señalado para el duelo,
Alberto se disculpa con el conde y cancela el enfrentamiento.
Después su relevancia en el libro
desaparece poco a poco. Sigue apareciendo, pero sin que su presencia conlleve a
sucesos importantes. Lo último que hace es partir a África como soldado francés
a luchar por el colonialismo de su país, pero ya no llevando el apellido de su
padre, sino el de su abuelo materno español: Herrera.
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