Durante mi niñez fui un gran
admirador del anime Los Caballeros del
Zodiaco; de hecho fueron mi pasatiempo televisivo favorito por años. Naturalmente,
fui un gran seguidor del héroe que nunca se rendía, Seiya, y posteriormente del
antihéroe Ikki, pero algunas veces, de entre los enemigos de los cinco
caballeros de bronce, surgía un enemigo que merecía mi simpatías, aunque no
muchas, no hasta que apareció en escena Siegfried de Dubhe Alfa, un personaje
tan extraordinario que me dejó cautivado con sólo figurar en unos cuantos
capítulos, al final de la saga de Asgard.
Siegfried fue el capitán de
los dioses guerreros de Asgard, guardines de la sacerdotisa Hilda de Polaris,
una joven pacifica dispuesta a sufrir con su pueblo con tal evitar que otros
pueblos sufrieran. Pero apareció el emperador de los mares, Poseidón, quien
la controló con la famosa sortija nibelunga, y le cambió su dulce personalidad
por la de una mujer malvada.
Hilda, repentinamente,
convocó a sus siete guerreros y se dijo dispuesta a conquistar el Santuario de
Atenea. Y éstos, a excepción Alberich, desconocían la influencia de Poseidón y
se mostraron dispuestos a apoyarla hasta la muerte. Cuando Atenea y sus cinco
caballeros de bronce llegaron a Asgard, los dioeses guerreros fueron derrotados
en difíciles y crueles batallas uno tras otro. Eran fuertes, pero Seiya y sus
compañeros ya tenían la experiencia de haber combatido recientemente contra los
caballeros dorados, a quienes los dioses guerreros igualaban el poder, lo que
les ayudó a salir en la medida de sus posibilidades bien librados en la lucha.
Pero el último dios guerrero
en pelear era diferente a todos. Tenía un nombre mítico, era la reencarnación
del gran guerrero Siegfried, quien en la mitología había derrotado a un dragón,
hecho que lo hizo inmortal al bañarse con la sangre de la bestia. Siegfried
también era el guardián privado de Hilda, y se sugiere que posiblemente estaba
enamorado de ella. Pero sobre todo, Siegfried era terriblemente poderoso, mucho
más que los caballeros dorados; su fuerza era terrible, sus técnicas destructoras
y complementaba su poderío siendo, como su antepasado, inmortal.
Aparte de su gran poder, Siegfried
tenía una figura imponente. Era muy alto, de aspecto feroz, pero demasiado noble. Su armadura
negra azulada también era la más bella e imponente de todas cuantas
poseían los
dioses guerreros, incluso por encima de la de Syd. Así pues, de entre los
caballeros dorados, dioses guerreros de Asgard y generales de Poseidón, Siegfried
era el guerrero más extraordinario.
Cuando Seiya y sus
maltrechos amigos llegaron hasta sus garras, trapeó literalmente con ellos las
afueras del palacio de Hilda, pese a los esfuerzos del propio Seiya, Ikki y Shiryu,
quienes aun sabiendo que su enemigo era mucho más poderoso que los caballeros
dorados, se le enfrentaron con valentía y soportaron sus terribles golpes.
Fue Shiryu quien halló su
punto débil y Seiya, el siempre héroe, quien lo derrotó gracias a esa
información. Pero Siegfried no murió a manos de Seiya. Era un personaje
demasiado bien diseñado para tener un final tan innoble. Al campo de batalla
llegó uno de los generales de Poseidón, Sorrento de Sirena, quien le relevó la
verdad y lo hizo enfurecer. Al saber que su amada Hilda había sido manipulada y
que sus amigos habían muerto en vano, Siegfried utilizó sus últimas fuerzas
para morir junto con Sorrento, sujetándolo con fuerza y llevándolo al espacio
exterior. De hecho la muerte de Siegfried fue uno de los episodios más tristes
y conmovedores de toda la serie.
Luego se revela que
Sorrento no murió, que utilizó sus trucos de hechicero para conseguir que Siegfried
lo liberara. Después de ver el ridículo que hicieron ante los caballeros de
bronce los generales de Poseidón, al ser derrotados de forma tan sencilla -si comparamos
las peleas con las anteriores-, me pareció absurdo que Siegfried hubiera sido
vencido por uno de ellos. Sorrento dijo, cuando peleó contra Siegfried, que no había
pensado que los dioses guerreros fueran tan débiles -luego de su derrota ante
los caballeros de bronce-. Pero tras ver pelear a los marinos de Poseidón, es
fácil suponer que en buenas condiciones Siegfried bien podía haberlos vencido a
todos al mismo tiempo.
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