Draco Malfoy es uno de mis
personajes favoritos de la más famosa historia de magia de todos los tiempos. Aunque
lo cierto es que no se trata de una originalidad, J. K. Rowling retoma con él
el estigma del aristócrata del siglo décimo noveno, celoso de su estamento y
capaz de todo porque los suyos no se mezclen con aquéllos a quienes considera
inferiores a él. Algo similar ocurre en El príncipe de la soledad; es curioso
que en estos tiempos, caracterizados de una mentalidad postmoderna, atraiga a los lectores un prejuicio
social que empezó a morir poco a poco desde la revolución francesa y que en
nuestros tiempos, para una sociedad occidental tan abierta, es prácticamente cosa
del pasado. Quizás se debe a que el lector a veces se interesa por los aspectos
de una sociedad que no le tocó experimentar.
Así las cosas, Draco Malfoy nos
es presentado como un chiquillo prejuicioso, hijo de una familia de sangre
pura, es decir, de magos que jamás se han mezclado con muggle´s. Este aspecto
familiar hace que el ya de por sí malo por los genes paternos Draco sea muy
propenso a discriminar a quienes no considera sus iguales. Cuando conoce a
Harry, le ofrece su amistad, en lo que se le ve hacer una excepción con los
dictados de su conciencia, ya que Harry Potter es hijo de madre muggle. Pero eso
se entiende debido a que Draco, recién llegado a Hogwarts, busca poder y
popularidad, a lo que mucho le ayudaría tener al famoso niño que sobrevivió al Innombrable
entre sus fieles esbirros.
Al ser despreciado por Harry, el
malvado Draco se la jura, tanto que entre ellos surge una rivalidad que se
extenderá por los años, llevándolos infinidad de veces a enfrentarse en muy
diversas circunstancias. Como una especie de énfasis en su maldad, Draco es
colocado en la casa de Slytherin, de donde han salido infinidad de magos
malvados. Hasta aquí ya se puede decir que literalmente está condenado por su
destino a ser un mago oscuro, pero hay algo más todavía.
En el pasado, su padre, Lucius, un
mago mediocre y torpe pero también malo y cruel, sirvió a las órdenes de Lord Voldemort. Y cuando el villano resurge de sus cenizas, la familia Malfoy tiene
que refrendar su lealtad tan solo para conservar ya no sus privilegios sino la
vida.
Draco es orillado por los suyos a
servir a Voldemort en una etapa de su vida en que su mente intenta hallar una
identidad propia, quizás no de malo, como todos en su familia. Pero otro de sus
problemas es que no es valiente y, por tanto, es incapaz de resistirse a las
presiones. Cuando Voldemort le ordena matar a Dumbledore, se puede ver a un muy
acobardado Draco tratando de cumplir con su misión, aun cuando no es lo que
desea.
Durante el resto de la historia,
Draco prácticamente tiene miedo siempre. Está envuelto en una esfera de maldad
a la que definitivamente no quiere pertenecer pero no tiene el coraje para
librarse por sí mismo. Tendrá que ser su enemigo, Harry Potter, quien le abra
una puerta para tener la oportunidad que tanto anhela de reivindicar su joven
vida. Eso le vale a Harry, en el epilogo de la historia, cuando ya son hombres
adultos, un discreto y algo frío saludo, pero al fin saludo.
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