En la novela Orgullo y prejuicio, Jane Austen esboza parodias de los prototipos
de una sociedad decadente, lo cual refleja su gran visión, ya que los estragos
de la revolución francesa en el comportamiento de la sociedad apenas se estaban
gestando. No obstante, el trabajo de la autora es magistral. Su burla a la
sociedad mejor zanjada es sin duda el muy idiota William Collins, pero también
hizo un trabajo estupendo con la muy arrogante Lady Catherine de Bourgh.
Se trata de una dama de la alta
sociedad, aristócrata, por supuesto, tía de Fitzwilliam Darcy y madre de una
jovencita tonta y feúcha, que quiere casar nada menos que con Darcy. Lady
Catherine se rige por unos principios muy cimentados, para ella la división de
las clases sociales con fronteras que impidan el trato más de lo adecuado y por
supuesto el matrimonio es imprescindible. Es estricta, presuntuosa, sarcástica,
cruel en sus comentarios y adicta a hablar y que la adulen. Aquí es donde cabe
perfectamente el idiota de Collins, su protegido, para ello éste tiene que
aguantar insultos y humillaciones disfrazados ligeramente de halagos que él, en
su miopía, no entiende del todo.
Lady Catherine, pese a todos sus
evidentes defectos y prejuicios, tiene uno más que empeora su personalidad, se
cree bondadosa y no lo es. El proceso que le aplica a Collins lo repite cuánto
puede. Disfruta tomar bajo su protección a personas de estamento inferior al
suyo para explayarse hablando delante de ellas sobre sus regias opiniones, su
dura disciplina y su “bondad”. Pide a cambio un agradecimiento que la eleve
casi a la altura de una divinidad y sumisión ciega y una sonrisa hipócrita ante
sus comentarios hirientes.
Su carácter dominante le impone
la necesidad de controlar a todos los suyos. Cuando su sobrino, Fitzwilliam
Darcy, pretende casarse con la plebeya Elizabeth Bennet, la noble dama
enfurece, trata de persuadirlo a él y al no lograrlo acude a ella. Piensa que Elizabeth,
al ser socialmente inferior a ella, se le someterá y aceptará su imposición,
pero cuánta es su sorpresa al encontrarse con una mujer con carácter y
determinación que no admite que la aristocrática y arrogante dama se meta en su
vida privada.
Éste es un duro golpe para Lady
Catherine, quien ve cómo sus proyectos matrimoniales de su hija con su sobrino
se caen de un momento a otro. Jane Austen trazó magistralmente ese instante en
el que el orgullo y los prejuicios de Lady Catherine son heridos cuando una
jovencita pobre pero no tonta decide que ella y sólo ella es la dueña de su destino.
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