El manantial, o The
fountainhead, fue uno de los libros mejor vendidos y más famosos del siglo
pasado. Se trató de un libro que llegó en el momento oportuno, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba
en su apogeo y el fascismo y el totalismo eran monedas de uso común, como una
practica irreplicable que daba a entender que el poder del Estado siempre
tendría que estar muy por encima de la voluntad de algunos sectores del pueblo y
mucho más sobre la voluntad de un individuo.
Las protestas a tan genocidas
sistemas llegaron desde muchos frentes, pero en el que mejor se hizo la tarea fue en el de la literatura. Y una muestra de ello es Howard Roark, un personaje ficticio salido de
la mente de la rusa americanizada Ayn Rand, la madre del individualismo
moderno. Roark es el protagonista de El
manantial, una monumental novela que fue publicada en 1943 ganando con
rapidez un público muy numeroso en los Estados Unidos. Incluso los soldados
americanos que combatían en Europa leían la novela en sus breves momentos de
descanso, practica que la hizo aún más famosa.
Howard Roark es un joven huérfano. De sus
padres no se dice nada en toda la novela. Abandona la carrera de arquitectura
cuando cree que ya sus profesores no pueden enseñarle nada. A ellos les gusta
lo clásico y Roark de partenones y catedrales góticas no quiere saber nada.
Está conciente de que cada sociedad y cultura debe de tener su propia
arquitectura, quiere innovar, construir edificios modernos. Pero nadie quiere
contratarlo para que diseñe tales edificios.
Sin embargo su voluntad es muy grande. A pesar
de no tener clientes y de convivir día a día con la escasez, jamás pide favores
y se niega a hacerlos. “El que hace algo sin cobrar es un esclavo” dice y él no
quiere ser jamás eso. Tampoco pide consejos, ni mucho menos los da. Roark es el
individualismo personificado. Si ha de construir un edificio, tendrá que ser
exclusivamente bajo sus criterios, sin que importe nada, ni la opinión de quien
lo contrata.
Poco a poco, aun siendo un arquitecto tan
radical, los clientes empiezan a llegar a Roark; son individualistas, como él,
que lo entienden y no cuestionan su trabajo. Pero también aparecen sus
enemigos. Un hombre como Roark, para los que desean un mundo colectivista, es
un peligro y tienen que destruirlo para demostrar que el egoísmo y el
individualismo son patrañas que deberían de ser delitos y que sólo la
colectividad acarrea los logros.
Ellsworth
Toohey es el más importante crítico de arquitectura de Nueva York y también es
comunista. En cuando sabe de Roarck decide destruirlo sin contemplaciones. Tiene, además, en su
oficio, el arma ideal para hacerlo. Gracias Toohey,
Roarck es considerado
por la sociedad como un mal arquitecto, además de peligroso. Y esa mala fama la
atrae más tiempos de austeridad, sin embargo, Roark no claudica nunca.
Construye el más pequeño edificio que le encarguen, pero siempre habrá de ser
bajo sus muy individualistas criterios.
Esas pequeñas y al parecer
insignificantes obras que construye a lo largo de los años, le acarrean poco a
poco una gran fama. Sus edificios son originales y por modestos que sean atraen
a la gente, la misma que busca al arquitecto para que le haga uno igual. Roark derrota a Toohey sin tener que combatir. El individualismo, el suyo,
derrota al colectivismo amparado por toda la sociedad neoyorquina que Toohey le
había echado encima.
Siempre he apreciado a este libro, y sobre todo a Roark, porque los seres humanos somos maquinas que funcionamos con
satisfacciones. Algunas se obtienen en grupo, pero son mejores las que llegan
solas. El egoísmo visto como apatía hacia el sufrimiento ajeno es algo malo,
pero visto como el deseo de una persona de demostrarse a sí misma que es capaz
de lograr lo que se proponga, aun en contra de las predicciones, es algo
extraordinario. Ser egoísta no es precisamente ser una mala persona, ser egoísta
es el simple deseo de alcanzar los sueños, los que cada quien tiene. No es
necesario ir de la mano con alguien a alcanzarlos, mejor que ese alguien luche
a solas por los suyos, se sentirá mejor si de esa manera los alcanza.
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