Dentro de El conde de Montecristo, la obra maestra
de Alejandro Dumas, el personaje que más tristeza transmite no es Edmundo
Dantés, muy a pesar de sus trece años en prisión, sino Mercedes, su prometida
de la juventud, la mujer a la que amó toda su vida.
Mercedes
es de ascendencia española y vive en su juventud en una comunidad de Marsella
conocida como Los Catalanes. Está
comprometida con Edmundo Dantés, un joven y valiente marinero de muy noble
corazón. Aprecia a su primo Fernando Mondego, y por ello soporta sus constantes
declaraciones de amor.
El día de
su boda con Edmundo, éste es arrestado por los hombres del procurador de rey,
acusado de ser bonapartista en tiempos en que Napoleón no gobernaba. Ignora que
ese arresto fue deliberadamente provocado por su primo, para tener el camino
libre con ella.
Al poco
tiempo se entera de que Edmundo murió y sumida en la depresión acepta casarse
con Fernando, un hombre al que cree bueno. Tiene un hijo con él, Alberto, y
cuando su fortuna cambia se mudan a París. Fernando se ha convertido en un
prestigiado militar y sirviendo a Alí Pashá, un virrey griego a las órdenes del
sultán de Turquía, consigue hacerse rico y en Francia obtiene el titulo de
conde de Morcef.
Cuando Alberto
ya es un joven de veinte años, es secuestrado en Roma y salvado por un
misterioso personaje, el conde de Montecristo. Alberto lo invita a París y les
cuenta a sus padres lo que hizo por él. Cuando Montecristo llega a Paría, a
pesar de que hace veintitrés años que no lo ve, Mercedes se da cuenta
inmediatamente que es Edmundo Dantés. Nadie más lo ha reconocido nunca, ni
siquiera diez años atrás, cuando escapó de prisión, pero para Mercedes no hay
duda, ese acaudalado conde no es otro que Edmundo, su novio al que creía
muerto.
Mercedes también nota hostilidad en el comportamiento de Montecristo y sabe que
piensa vengarse. Ignora que fue su esposo quien lo envió a prisión, pero tiene
la seguridad de que Edmundo algo trama, y teme por la vida de su hijo.
Cuando
Fernando es desenmascarado y queda ante toda la sociedad parisina como un
traidor, Alberto, gracias a Danglars, se entera de que Montecristo algo tuvo
que ver con la desgracia de su padre y lo reta a un duelo. Quienes conocen al conde saben que
Alberto está perdido. Montecristo es invencible con la espada y su puntería con
la pistola es inigualable.
Mercedes
acude la noche previa al duelo a casa del conde y le revela que sabe quién es.
También le pide por la vida de su hijo. Cuando se queda solo, Montecristo se
reprocha el no haber podido dejar de amarla. Mercedes entonces cuenta toda la
historia a su hijo, y Alberto en un acto de nobleza y de sensatez suspende el
duelo.
Cuando
queda viuda, Mercedes le dice a su hijo que no tiene que llevar el apellido
deshonrado de su padre. Entonces le propone usar el suyo y nos enteramos de que
se apellida Herrera.
Vuelve a
ver a Montecristo e incluso él la ayuda económicamente. Pero de su amor, a
pesar de que aún se aman, ninguno habla. Quedan como dos buenos amigos. Aunque
en la última película basada en la novela, adaptada al público contemporáneo,
no sólo reanudan su relación sino que se revela que Alberto no es hijo de
Fernando pero sí de Montecristo. Qué manía tienen en el cine de descomponer a
los clásicos.
El
personaje de Mercedes, como ya mencioné, transmite una enorme tristeza. Perdió
a su prometido siendo muy joven y resignada se casó con su primo, al que no
amaba. Su resignación llegó a tanto que incluso tuvo un hijo con él, mientras
sufría por su amado Edmundo, por el que creía había sido su trágico destino.
Cualquiera pensaría que hubiera sido lógico que veintitrés años después, cuando ella ya es viuda y él sigue siendo soltero, pudieran volver a estar juntos. Pero en una época tan conservadora eso no era un buen final para una novela, y Alejandro Dumas lo sabía. Prefirió brindarnos a dos personajes llenos de nostalgia por su amor perdido, por aquello que tristemente no pudo ser. Y fue, a pesar de todo, un excelente final, propio para una obra maestra.
En la novela, Mercedes jamás tiene la certeza de que Edmond hubiese muerto. Simplemente lo consideró perdido, sea lo que sea que el término significase para ella.
ResponderEliminarSaludos. Es inverosímil que nadie lo conociese, lo mismo que es verosímil que ella sí.
ResponderEliminarMercedes Herrera (nombre y apellido claramente españoles) en el barrio marsellés de "les Catalans"? Esos gabachos...
ResponderEliminarHermosa novela, aunque no lo sea, para mí fue la mejor.
ResponderEliminarA mi me parece que al final del libro Edmundo ya no amaba a Mercedes, pero amaba el recuerdo de su amor al igual que ella. Fue como que amaban lo que pudo ser y no querían olvidar que una vez hubo dos inocentes e ingenuos jóvenes enamorados. El cariño y misericordia que tuvo con ella al final fue más como una expiación por hacer daño a alguien que era inocente en todo esto y que alguna vez había amado.
ResponderEliminarCierto
EliminarLa novela es una obra maestra al igual que los tres mosqueteros
ResponderEliminarExcelente explicación de lo mal que hace el cine al agregar contenido que en el libro no se consigna, lo anterior con respecto a Mercedes. También en esa película, al inicio, aparece Napoleón, pero no lo presenta así el libro, ni la reyerta que tiene Edmundo con los ingleses que custodiaban al Emperador ya preso.
ResponderEliminarMercedes es de ascendencia catalana, mejor dicho.
ResponderEliminarHerrera no es de origen catalán y se extiende por toda España y América.
EliminarHerrera no es de origen catalán y está extendido por toda España y América.
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