Peter Keating es uno de los personajes principales de la novela El manantial, su creadora, Ayn Rand, lo usó para ejemplificar al típico parasito, al hombre sin el menor talento que busca vivir de los demás a base de mentiras. Keatign dentro de la novela es muy importante, es precisamente lo contrario a Howard Roark; el primer capitulo, que lleva su nombre, está casi por completo dedicado a él, a sus ambiciones y a las trampas que hace para conseguirlas.
Se gradúa de la escuela de arquitectura como el mejor estudiante. Los profesores lo alaban, tratan de congraciarse con él porque predicen que en el futuro será un refutado arquitecto. Sin embargo, hacia el final de la novela el propio Keating revela que en realidad sus proyectos, con los que alcanzó la fama como estudiante, no eran suyos, sino que se los había pedido a Howard Roark, un joven menor que él despreciado en la universidad por sus proyectos vanguardistas.
Se gradúa de la escuela de arquitectura como el mejor estudiante. Los profesores lo alaban, tratan de congraciarse con él porque predicen que en el futuro será un refutado arquitecto. Sin embargo, hacia el final de la novela el propio Keating revela que en realidad sus proyectos, con los que alcanzó la fama como estudiante, no eran suyos, sino que se los había pedido a Howard Roark, un joven menor que él despreciado en la universidad por sus proyectos vanguardistas.
Gracias a su excelente
carrera como estudiante, al graduarse Keating obtiene un puesto en el despacho
del más famoso arquitecto de Nueva York, Guy Francon, un parasito igual que
Keantig que se vale de sus subordinados para realizar los diseños que él se
atribuye.
Gracias a sus embustes,
Keating logra progresar en el despacho de Francon, incluso llega a ser su socio.
Pero su limitada inteligencia le pone fronteras. Cuando surge un concurso para
diseñar un rascacielos que va a construirse, Keating sabe que él no es capaz de
diseñarlo, por ello acude una vez más a Howard Roark, quien aun siendo menor
que él lo trata paternalmente. Roarck diseña el edificio y Keating gana el
concurso. Se vuelve un arquitecto famoso y cumple, de momento, todas sus
ambiciones.
Con el correr de los años, el
desconocido Howard Roark cobra fama con sus proyectos radicales y modernistas.
Keating, muy clásico en sus diseños, o en sus plagios, va quedando en el
olvido. Cuando le ofrecen diseñar un complejo de viviendas baratas, donde se
habrá de experimentar con nuevas formas y materiales, sabe que no tiene la
capacidad para hacerlo. Acude, nuevamente, a Howard Roark. Roark
está muy interesado en el proyecto, quiere diseñarlo aunque no se lleve él el
reconocimiento por haberlo hecho.
Roark diseña el complejo y le
entrega los planos a Keating; no le pide dinero, ni siquiera desea que le dé
las gracias, pero le exige que todo se construya tal como está en los planos
que él hizo, que no se haga el más mínimo cambio.
Keating no puede cumplir su
palabra. Otros arquitectos involucrados de alguna manera en el proyecto
reclaman su “derecho” a intervenir en
los planos. Cuando se construye el proyecto de Roark totalmente modificado, él
toma una drástica decisión para subsanar lo que considera un daño irreparable a
su creatividad.
Aun siendo el más mediocre de
los cuatro protagonistas de la novela, Peter Keating tiene una enorme
importancia en el argumento. Él es el personaje que constantemente Rand usa
para compararlo con su creación perfecta, Howard Roark. Keating simboliza al
hombre del montón, al que se vale del talento de otros para subir peldaños,
Roark en cambio siente un respeto casi sagrado por el talento de otros, casi
tanto como por el suyo, y aunque no aprecia a Keating, al ser consiente de su
limitada inteligencia, nunca se niega a ayudarlo, a la vez que demuestra sentir
una repugnante lastima por él.
Para mí Keating ha sido, de los
cuatro personajes principales, el que menos me ha gustado, pero como el primer
capitulo de la monumental novela está dedicado a él, es necesario tolerarlo
para llegar más allá y conocer a los otros, a los que están más dotados de
cualidades para cautivar al lector.
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