viernes, 7 de marzo de 2014

Esmeralda, la gitana de Nuestra Señora

Esmeralda es uno de los símbolos sexuales romanticistas más emblemáticos de la literatura del siglo XIX. Posee una belleza inigualable y exótica para la época debido a su piel morena, a la par de una gracia extraordinaria, que encanta a quien la ve. No es una gitana por nacimiento, sino hija de una ex prostituta que la adora como las buenas madres aman a sus hijos, mas es robada en su más tierna infancia por unas gitanas que, en compensación, dejan a un niño tan feo como bella es Esmeralda, y que años después cobrará fama como campanero de la iglesia de Nuestra de Señora de París.
Ya siendo una hermosa jovencita que deja boquiabierto a todo aquel que contempla su deslumbrante figura, la gitana vive en la capital francesa, formando parte de las ratas de alcantarilla que componen la famosa y tétrica Corte de los Milagros, como una especie de flor en el fango. La joven baila y canta en las plazas para ganarse la vida, donde nadie es ajeno a su hermosura, ni siquiera el oscuro sacerdote Claudio Frollo.
Frollo se calienta de manera incurable con la visión de la gitana, y por más que lucha contra las ganas que lo devoran, no logra controlarse y se decide a ir por ella. Una noche intenta raptarla ayudado por su hijo adoptivo, Quasimodo, pero son interceptados por el capitán Febo y mientras don Claudio apenas logra escapar, el jorobado cae en manos de la justicia, que lo castiga con rigor.
Pero Frollo no se deja amedrentar por ese tropiezo, su obsesión por la gitana es tanta que está dispuesto a lo que sea con tal de hacerla suya o a verla muerta antes que con otro. Y ese otro es el capitán Febo, quien, pese a ser un rufián de lo peor, es guapo y quedó como un héroe ante Esmeralda al salvarla. Ella se enamora perdidamente de él, lo que el capitán aprovecha para practicar su deporte favorito, que consiste en hacer caer prendas femeninas. Pero Frollo se interpone en su camino y casi lo mata, además de que aprovecha la ocasión para acusar a la gitana del atentado y lograr que sea arrestada y juzgada.
Cuando Esmeralda es sentenciada a muerte, el oscuro sacerdote se presenta ante ella y le ofrece su libertad a cambio de amarlo a él. Pero la gitana prefiere morir al igual que su amado Febo, a quien cree ya en la tumba. Frollo enfurece y deja que las autoridades cumplan sus designios con la que creen una hechicera y asesina. Pero un héroe la salva de morir y no es un guapo capitán de caballería, sino el feo y deforme Quasimodo, en agradecimiento a que Esmeralda le dio agua cuando era azotado como castigo por haber intentado raptarla precisamente a ella.
Quasimodo asila a la gitana en la iglesia de Nuestra Señora, donde las autoridades no pueden tocarla por ser terreno del Altísimo. Pero también allí está don Claudio, quien una noche no puede soportar la calentura que Esmeralda le provoca y a punto está de saciar sus deseos de no ser por la presencia del jorobado.
El sacerdote planea cómo volver a poner a la gitana entre la espada y la pared para que ésta elija la espada, la suya. Se confabula con Pedro Gringoire, un filósofo mediocre que por azares del destino llegó a ser nada menos que el esposo de Esmeralda, aunque sólo en apariencia. Gringoire echa contra Nuestra Señora a toda la pandilla de hampones de la corte de los milagros, pero Quasimodo, creyendo que son las autoridades que van por ella, impide que se la lleven y mata a tantos que hace parecer que la iglesia está defendida por un ejército.
Frollo aprovecha la confusión para, en compañía de Gringoire, sacar a la gitana de la iglesia y llevarla a un lugar solitario donde le repite la propuesta anterior: él o la muerte. Al obtener una segunda negativa, el sacerdote la encarga a una loca prisionera que odia a los gitanos porque le robaron a su hija, mientras va por las autoridades para delatarla. La loca y la gitana resultan ser madre e hija, separadas hace tres lustros, pero poco les dura la alegría porque pronto llegan los soldados del rey para cumplir con las leyes.
La madre de Esmeralda, que de loca no tiene nada, logra fingir hábilmente y hace que los verdugos realmente crean que su hija no está allí con ella, pero Esmeralda, por aquello que dicen que el amor vuelve idiotas a las personas, al oír la voz de su amado Febo, que forma parte de sus perseguidores, sale de su escondite y sella con eso su destino, el de su madre, el de Frollo y hasta el del propio Quasimodo.

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