Esmeralda
es uno de los símbolos sexuales romanticistas más emblemáticos de la literatura
del siglo XIX. Posee una belleza inigualable y exótica para la época debido a
su piel morena, a la par de una gracia extraordinaria, que encanta a quien la
ve. No es una gitana por nacimiento, sino hija de una ex prostituta que la
adora como las buenas madres aman a sus hijos, mas es robada en su más tierna
infancia por unas gitanas que, en compensación, dejan a un niño tan feo como
bella es Esmeralda, y que años después cobrará fama como campanero de la
iglesia de Nuestra de Señora de París.
Ya siendo
una hermosa jovencita que deja boquiabierto a todo aquel que contempla su
deslumbrante figura, la gitana vive en la capital francesa, formando parte de
las ratas de alcantarilla que componen la famosa y tétrica Corte de los
Milagros, como una especie de flor en el fango. La joven baila y canta en las
plazas para ganarse la vida, donde nadie es ajeno a su hermosura, ni siquiera
el oscuro sacerdote Claudio Frollo.
Frollo se
calienta de manera incurable con la visión de la gitana, y por más que lucha
contra las ganas que lo devoran, no logra controlarse y se decide a ir por
ella. Una noche intenta raptarla ayudado por su hijo adoptivo, Quasimodo, pero son
interceptados por el capitán Febo y mientras don Claudio apenas logra escapar,
el jorobado cae en manos de la justicia, que lo castiga con rigor.
Pero Frollo
no se deja amedrentar por ese tropiezo, su obsesión por la gitana es tanta que
está dispuesto a lo que sea con tal de hacerla suya o a verla muerta antes que
con otro. Y ese otro es el capitán Febo, quien, pese a ser un rufián de lo
peor, es guapo y quedó como un héroe ante Esmeralda al salvarla. Ella se
enamora perdidamente de él, lo que el capitán aprovecha para practicar su
deporte favorito, que consiste en hacer caer prendas femeninas. Pero Frollo se
interpone en su camino y casi lo mata, además de que aprovecha la ocasión para
acusar a la gitana del atentado y lograr que sea arrestada y juzgada.
Cuando Esmeralda
es sentenciada a muerte, el oscuro sacerdote se presenta ante ella y le ofrece
su libertad a cambio de amarlo a él. Pero la gitana prefiere morir al igual que
su amado Febo, a quien cree ya en la tumba. Frollo enfurece y deja que las
autoridades cumplan sus designios con la que creen una hechicera y asesina. Pero un
héroe la salva de morir y no es un guapo capitán de caballería, sino el feo y
deforme Quasimodo, en agradecimiento a que Esmeralda le dio agua cuando era
azotado como castigo por haber intentado raptarla precisamente a ella.
Quasimodo
asila a la gitana en la iglesia de Nuestra Señora, donde las autoridades no
pueden tocarla por ser terreno del Altísimo. Pero también allí está don
Claudio, quien una noche no puede soportar la calentura que Esmeralda le
provoca y a punto está de saciar sus deseos de no ser por la presencia del
jorobado.
El sacerdote
planea cómo volver a poner a la gitana entre la espada y la pared para que ésta
elija la espada, la suya. Se confabula con Pedro Gringoire, un filósofo
mediocre que por azares del destino llegó a ser nada menos que el esposo de Esmeralda,
aunque sólo en apariencia. Gringoire echa contra Nuestra Señora a toda la
pandilla de hampones de la corte de los milagros, pero Quasimodo, creyendo que
son las autoridades que van por ella, impide que se la lleven y mata a tantos
que hace parecer que la iglesia está defendida por un ejército.
Frollo aprovecha
la confusión para, en compañía de Gringoire, sacar a la gitana de la iglesia y
llevarla a un lugar solitario donde le repite la propuesta anterior: él o la
muerte. Al obtener una segunda negativa, el sacerdote la encarga a una loca
prisionera que odia a los gitanos porque le robaron a su hija, mientras va por
las autoridades para delatarla. La loca y la gitana resultan ser madre e hija,
separadas hace tres lustros, pero poco les dura la alegría porque pronto llegan
los soldados del rey para cumplir con las leyes.
La madre de Esmeralda,
que de loca no tiene nada, logra fingir hábilmente y hace que los verdugos
realmente crean que su hija no está allí con ella, pero Esmeralda, por aquello
que dicen que el amor vuelve idiotas a las personas, al oír la voz de su amado
Febo, que forma parte de sus perseguidores, sale de su escondite y sella con
eso su destino, el de su madre, el de Frollo y hasta el del propio Quasimodo.
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