martes, 11 de marzo de 2014

Barón Danglars, de El conde Montecristo

Danglars es un personaje de gran relevancia en la más extraordinaria novela de Alexandre Dumas, es la representación del villano sin escrúpulos ni refinamiento, cuyo único fin es enriquecerse y cobrar con ello gran influencia.
De joven fue marinero en el barco el Faraón, junto al más joven y más ingenuo pero más inteligente Edmundo Dantés, a quien desprecia y envidia, pero al mismo tiempo se finge su amigo. Al ser Dantés nombrado capitán del barco, puesto que Danglars ambicionaba, su odio hacia el joven aumenta. Ambos estuvieron en el último viaje del Faraón en la isla de Elba, prisión de Napoleón Bonaparte después de su primera abdicación. Dantés lleva a Marsella, en lugar de su capitán muerto, una carta de un bonapartista, justo en la época en que tal hecho constituía una traición al rey Luis XVIII. Danglars, que conoce el secreto, se confabula con Fernando Mondejo, primo y enamorado de la novia de Dantés, Mercedes, para acusarlo de bonapartista y traidor.
Ambos escriben una carta con la acusación y la envían al procurador del rey, suceso que provoca el arresto de Dantés el día de su boda y su posterior encarcelamiento durante trece años. Mientras Dantés se muere de desesperación en su celda y se nutre de la gran cultura del abate de Faria, Danglars progresa con extraordinaria rapidez. Se muda a París, se vuelve banquero y experto en incrementar su capital, e incluso por un servicio al rey es hecho noble con el titulo de barón.
Cuando ya Danglars es uno de los hombres más poderosos de París, con una gran fortuna aunque también con personalidad de nuevo rico, nada cultivado ni refinado, con un pésimo gusto, que compra obras de arte falsas que considera autenticas (este hecho se acentúa incluso en la película de 1975, protagonizada por Richard Chamberlain, cuando Montecristo, con apenas una mirada, le revela que su busto de Imhotep es una falsificación muy buena) llega a la ciudad un personaje misterioso, tan rico que impresiona al banquero, quien se precia de conocer las mayores fortunas del mundo, pero ignora por completo la del recién llegado.
Danglars no desconfía en absoluto de ese multimillonario que trae consigo cartas de crédito ilimitado para retirar de su banco cuánto desee. Sabe que quizás puede obtener beneficios de un hombre tan rico y eso para él es lo importante. Además, ese tal Montecristo, que al parecer procede de oriente, es un personaje exótico que todo lo compra y que impresiona a la alta sociedad parisina con su gran poder y sus modales y gustos refinados, razón por la cual se convierte en el hombre de moda en París, y a la vez vuelve una moda para la aristocracia tener buena relación con él.
No hay motivo para desconfiar de ese oriental, es un hombre al que sencillamente le sobra el dinero, por lo que no tiene reparo alguno en gastarlo a manos llenas, y Danglars está dispuesto y presto para poner la charola y atrapar algo del derrame. No recuerda ya para entonces a su antiguo “amigo”, aquél joven inteligente pero inculto, a quien mandó a pudrirse a una prisión. Y como su menta sólo está concentrada en ganar dinero, a Danglars le es imposible siquiera fantasear con que Dantés esté vivo, dispuesto a vengarse y que sea un hombre poderoso.
Pero de pronto empiezan a ocurrirle cosas catastróficas e inexplicables: su fortuna se esfuma de la noche a la mañana, junto con su reputación, y el acaudalado príncipe italiano, con quien pensaba casar a su hija para recuperar crédito, resulta ser un delincuente. Pero todo lo atribuye a una mala pasad del destino, y hasta muy tarde descubre que ha sido víctima de una extraordinaria venganza, planeada y anhelada durante casi veinticinco años.

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