Manuel
Aringarosa no es un personaje de gran importancia en el thriller y superventas
más famoso de los últimos tiempos, El código
Da Vinci, sin embargo, sí que está ligado enormemente a la polémica que
desató el libro como consecuencia de las supuestas revelaciones sobre las prácticas
del Opus Dei, algo que golpeó
fuertemente el prestigio de la prelatura favorita del Papa Juan Pablo II.
Quizás para
hacer referencia al fundador del Opus, Josemaría Escrivá, Dan Brown le dio
a Aringarosa un origen español. Siendo un joven sacerdote, en Oviedo, ayudó a
un jovencito albino muy maltratado por la vida. Una vez restablecido, el albino
le devolvió la ayuda al párroco salvándolo de unos bandidos, situaciones ambas
que crearon un laso inquebrantable entre ambos: por parte de Aringarosa en el
aspecto paternal-amo y por parte del joven albino en el aspecto de sumisión y
servilismo. El sacerdote incluso le pone nombre al joven: Silas.
Una vez
que la vida le ha sonreído a Aringarosa, convertido en un obispo y líder del
Opus Dei, se ve en el grave problema de que la organización católica que dirige
ha dejado de ser del agrado del Pontífice y se encamina a quitarle el rango de
prelatura. Aringarosa no sabe qué hacer, de ser el favorito del Papa se ha
convertido en una especie de apestado a quien el sucesor de Pedro se niega
incluso a dar audiencia.
De pronto
recibe una llamada de un personaje misterioso que se hace llamar el Maestro,
quien le propone reivindicarse con El Vaticano obteniendo y sellando a la vez
para siempre el secreto más importante de la Iglesia : la descendencia legitima de María
Magdalena y Jesús.
Aringarosa
acepta sin desconfiar del Maestro, y a su vez le proporciona lo que éste
necesita: una especie de sicario, un fortachón que no titubea a la hora de obedecer
órdenes: Silas, el albino. Pero lo cierto es que Aringarosa ignora que a su
pupilo le vayan a ordenar actuar con los cuidadores del secreto, los miembros
del Priorato de Sion, como un matarife de rastro.
El Maestro le ordena a Silas localizar y liquidar sin miramientos a las cabezas de la
mentada orden, algo que el albino hace gustoso porque cree estar actuando en
nombre de Dios. Cuando el obispo se entera de lo que está ocurriendo, descubre
que ha sido manipulado vilmente y que a su pupilo lo han puesto a disparar a
diestra y siniestra por una causa oculta y para nada afín a los intereses de la Iglesia. Intenta
detener a Silar y solo consigue salir herido de muerte. Y auque se salva de
milagro, comprende que no sólo no ha conseguido ganarse las simpatías del
Vaticano, sino que indirectamente, por una larga noche, fue el líder de un
asesino fanático que descargó su ira contra varios inocentes.
Manuel
Aringarosa encarna el prototipo de jerarca católico, intransigente y vanidoso
que no mide las consecuencias de sus ambiciones y que puede darse el lujo de
cometer ciertas faltas sin repercusiones morales por estar actuando “del lado
de Dios”.
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