El hecho de
que Jane Austen haya logrado con Orgullo
y prejuicio crear la novela romántica por antonomasia no sólo radica en que
creo en Fitzwilliam Darcy al caballero perfecto, sino en que también hizo
de Elizabeth Bennet la perfecta heroína, independiente, librepensadora, con carácter
e inteligente. Aparte le dio un rasgo que la diferencia de las protagonistas
de las novelas actuales: Elizabeth no es excesivamente hermosa, lo que
constituye para la autora otro acierto que le da más originalidad a la novela
incluso si la comparamos con obras contemporáneas que tanto la imitan.
Elizabeth
Bennet es la segunda de cinco hermanas, la segunda también en belleza y la más
inteligente de todas. Está emocionalmente muy ligada a su hermana mayor, Jane,
y a su padre. Con respecto a su madre y a sus tres hermanas menores (sobre todo
las últimas dos), la sacan de quicio y la avergüenzan constantemente, pero se
esmera por llevar una buena relación con ellas.
Es una joven
sumamente sarcástica, algo que, como en el caso de su padre, deriva de su
inteligencia, y eso precisamente es lo que llama más la atención de ella, más
incluso que su belleza, eclipsada siempre por la de su hermana Jane.
Cuando aparece
en su vida el aristócrata refinado y excesivamente serio Fitzwilliam Darcy, lo primero que recibe
de él es un desprecio al subestimar su belleza, acto que ella toma con sarcasmo
en lugar de sentirse ofendida. Pero desde allí empieza una especie de guerra
silenciosa entre ambos, guerra que Darcy sabe que va a perder y que ella ni
siquiera percibe.
En sus
constantes encuentros, que Darcy disfruta muy a su pesar, ella lo impresiona
cada vez más con su extraordinaria personalidad, mientras que él a ojos de ella
pierde constantemente puntos, sobre todo después de que George Wickham echa
a andar su maquinaría de intrigas.
Elizabeth
nunca toma en serio sus conversaciones con Darcy porque no contempla siquiera
remotamente la posibilidad de casarse con él. Le parece antipático y su aristocrática
cuna lo separa radicalmente de ella. Y cuando Darcy le propone sorpresivamente
matrimonio, no puede más que expresar una negativa al quedar terriblemente
desconcertada.
Tiempo después
su percepción cambia. Cuando Wickham huye con su hermana menor, Lydia, aunque
Darcy tiene motivos para odiarlo, suprime su noble orgullo y hace todo lo
posible para que no quede deshonrada para siempre la familia Bennet. Es entonces
cuando Elizabeth descubre la verdadera personalidad humanitaria de Darcy y ve
por fin en éste al perfecto caballero.
La última prueba de su carácter e inteligencia la exhibe
extraordinariamente cuando Lady Catherine de Bourgh, la mandona y autoritaria tía
de Darcy, va a visitarla a su casa exclusivamente para exigirle que no pretenda
casarse con su sobrino, ya que lo tiene predestinado para su hija, a lo que Elizabeth
replica, sin decirlo tal cual, en un tono apenas sugerido, que no piensa dejar
ir a un galán de la talla del disputado.
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